lunes, 6 de abril de 2015

Capitulo 6. YunHee (Parte 1) - Rainy day

El mundo a veces daba muchas vueltas. Te subía hasta lo más alto y después te descendía como una enorme brusquedad como si uno estuviera en una Montaña Rusa. YunHee en esos instantes acomodada junto a JungMin en el coche del chico, se encontraba en la parte más alta de la cuesta más pronunciada. No era, de todas formas, consciente de ella. El motor del coche se detuvo entonces y YunHee se giró para mirar hacia el exterior. Tras la cortina de agua se podía ver la casa familiar de los Jung.

— Bueno, es mi parada.




Era curioso cómo los nervios podían incrementarse según se acercaba a su destino. Curioso y estúpido. No dejaba de ser su casa. Esa misma en la que había crecido y donde había estado viviendo durante los primeros dieciocho años de su vida. Donde viviría durante los próximos meses antes de volver, seguramente, a Estados Unidos. Tenía ganas de verlos, pero al mismo tiempo sabía que nada era igual a aquellos años “casi idílicos”. No era la misma persona que se había marchado. Y sabía, también, que volver de nuevo al hogar familiar después de haber estado viviendo por su cuenta iba a ser difícil.

— Llámame para tomar algo. — comentó entonces el hombre mientras se movía para inclinarse hacia ella. — En el de siempre.

— Ya nos veremos.

Se movió entonces, justo cuando Jung Min estaba a punto de acortar la distancia que los separaba, para abrir la puerta y salir. Ya desde fuera, se inclinó para mirar el chico sin preocuparse por el agua que seguía cayendo empapándola la oscura melena morena. Sonrió entonces de medio lado.

— Igual me paso esta noche… necesitaré desconectar de familia.




Uno de los hombres había sacado su equipaje y le había entregado un paraguas. Yunhee inclinó ligeramente la cabeza en señal de agradecimiento y se dirigió entonces hacia la puerta de entrada de la casa. Escuchó cómo el coche arrancaba y se incorporaba a la circulación mientras que recorría el pequeño camino interior del jardín hasta la puerta principal. Se detuvo durante unos segundos frente a la puerta de la casa, cerrando el paraguas. Ahora que se encontraba allí delante se le hacía hasta extraño. Era el mismo lugar de siempre, pero al mismo tiempo no era el mismo.

Rebuscó entonces en el interior de su bolso, haciendo malabares para que una maleta, demasiado llena, no terminara en el suelo. Las llaves tenían que estar allí. Las había metido dos días antes cuando había hecho la maleta, pero como siempre, tenía demasiadas cosas en el interior de su bolso. Finalmente las encontró aunque notó un escalofrío que la recorría de arriba abajo.

Con las llaves en la mano y sujetando la maleta para que no se cayera, se giró entonces. En un primer momento no le reconoció. El hombre que se encontraba acercándose por el camino de la casa vestía entero de negro, con una gorra que tapaba prácticamente los rasgos de su casa y que al mismo tiempo le cubría del agua que seguía cayendo. No fue hasta que comenzó a subir las escaleras y por fin alzó la mirada que se encontró con unos rasgos que conocía bien, demasiado bien.

El tiempo pareció que se congeló entonces. Las miradas de ambos entrelazándose a pesar de la pequeña distancia que los separaba. Hacía muchos años ya que no los había visto, que no se había visto reflejada en ellos. El tiempo había pasado, por supuesto, pero él seguía exactamente igual que siempre. Al menos en un primer vistazo.

Cuando la sorpresa inicial desapareció, se dio cuenta de que había determinados gesto que habían cambiado. Si uno se fijaba de forma especial, se daba cuenta de que el siempre sonriente hombre ahora tenía una ligera arruga en mitad de la frente que indicaba que estaba preocupado. La mandíbula  encontraba tensa y la mirada era demasiado fija, inquisitiva. Observó cómo se movía para acercarse a ella, bajo la pequeña protección del porche de la casa.

El silencio era pesado. Tan pesado que casi se escuchaba. Se escuchaba en el sonido de la circulación de los coches, de la lluvia golpeando el tejadillo y los charcos que se habían ido formando. Era un silencio tenso que parecía que se podía cortar con un cuchillo. Parecía, al mismo tiempo, que las palabras se encontraban atascadas en la garganta de cada uno. Y, sin embargo, parecía que se podían estar diciendo miles de palabras diferentes únicamente con la mirada.

— Jung.

No era YunHee. Era Jung. Eso hizo que la mujer frunciera apenas durante unos segundos los labios y se moviera ligeramente para dejar apoyada la maleta contra la puerta antes de volver a mirarlo. Eran esos segundos los que necesitaba para volver a tomar las riendas de sus emociones, de sus gestos.

— Park. — comenzó entonces a decir mientras le observaba en silencio antes de continuar. — Pensaba que estarías con mi hermano. Me envió un mensaje para decirme que no me podía ir a recoger.

Estaba casi segura de que Yunho ya le había dicho que estaba allí, que llegaba a Seúl. Se movió entonces para buscar a su hermano con la mirada. Sin embargo, la figura alta de YunHo no apareció como debería haber ocurrido. Miró entonces al hombre que estaba delante de ella. Había algo que no estaba bien. Lo podía notar en la postura, en los gestos, en la tensión que había en su mirada.

— ¿Están tus padres en casa?. — preguntó entonces, ignorando por completo lo que le había dicho.

Entonces llegó el miedo. Por alguna razón, esa simple frase, provocó que el estómago se le encogiera. Algo no estaba bien. Y no era solo el que se hubieran encontrado después de años sin hablar. Había algo más. Algo que hacía que esa persona que tan importante había sido en su vida, desviara la mirada de ella para fijarla en la puerta que se encontraba justo detrás de ella como si en realidad no existiera. Algo que tensaba las manos de pianista en dos puños a ambos lados de su cuerpo y que provocaba que la mandíbula se marcara ligeramente seguramente porque estaba apretando los dientes.

—¿Qué ocurre?. — susurró con nerviosismo, moviéndose hacia delante. — ¿Yunho está bien?. — las palabras comenzaron a salir a borbotones. — Yoochun, ¿dónde está mi hermano?.

Allí estaba, la YunHee que conocía. Durante un segundo, mientras iba caminando hacia la casa, no la había reconocido. Sin embargo, allí, de pie con el rostro mudado en una preocupación real, era la misma chica que de alguna manera se había colado en su vida. Y también la misma que se había largado sin mirar atrás. Eso hizo que frunciera el ceño y que terminara de acercarse a la puerta.



— Tus padres. — recalcó, sin responder a ninguna de las preguntas que le había hecho hasta ese momento.

— Deberían estar en casa.

Observó cómo la mujer se giraba para abrir la puerta. Tuvo que contener en hundir los dedos en esa melena oscura como lo había hecho en más de una ocasión en el pasado. Ni siquiera se movió para ayudarla cuando tomó la maleta para meterla en el interior y él la siguió descalzándose nada más hacerlo, como era la costumbre. La casa estaba tremendamente silenciosa. Lo que le dijo que estaban solos.

—-No parece que estén. — volvió el rostro entonces hacia Yunhee cuando volvió a hablar. Vio cómo dejaba la maleta a un lado y terminaba de entrar. Desde la cocina, sin embargo, llegaba el olor a comida recién hecha. — Pero deberían llegar en cualquier momento.

Después volvió el silencio incómodo. Ninguno de los dos estaba seguro de qué hacer. Yoochun respiró hondo por un momento mirando a su alrededor. Conocía perfectamente ese lugar, a la familia. Había pasado más tiempo allí en muchas ocasiones que en su propia casa. Desde que Yunho y él habían comenzado a trabajar juntos, incluso antes después de llegar del servicio militar, habían pasado muchas horas entre esas cuatro paredes. Se conocía el lugar como su propia casa. El ambiente animado, distendido, divertido que solía haber. Incluso después de que ellos dos se separaran.
Gracias a esas visitas también había estado al tanto de lo que hacía YunHee, de cómo le iba en los estudios y después en el trabajo. Ahora la tenía delante y el lugar se había vuelto frío, como si toda la felicidad, todos los momentos de alegría, se hubieran apagado. Como si fuera una premonición de lo que estaba por llegar. De lo que tenía que decir a continuación.

— ¿Quieres tomar algo?.

La voz de YunHee le volvió a la realidad. Miró a la chica que tenía delante de él, con el cabello oscuro empapado, las ojeras de no haber dormido bien. Negó por un momento ante su pregunta y después finalmente se dirigió hacia el salón. No estaba seguro de qué hacer, de si decírselo a ella o esperar a que estuviera toda la familia junta. Vio cómo ella entraba también en el salón, sentándose en uno de los sillones.

¿Desde cuando ellos se comportaban de esa manera? ¿Desde cuando eran como dos desconocidos? ¿Desde qué momento era el silencio lo que les recorría?. En el pasado había habido risas y discusiones, conversaciones trascendentales e instantes de pura diversión. Quizá no había sido mucho tiempo, pero al menos para él había sido intenso. Muy intenso.

— ¿Nos dejamos de tonterías y me dices qué es lo que ha pasado con mi hermano?.

YunHee se encontraba inquieta, nerviosa. Incómoda. Tremendamente incómoda.  No esperaba que la segunda persona que iba a ver cuando volviera sería precisamente Yoochun, menos aún que iba a ser en su casa. Sin embargo, cualquier pensamiento sobre lo que les había pasado, sobre aquellos meses años atrás, había desaparecido por una preocupación mucho mayor. El hombre se movió ligeramente hacia delante, apoyando los antebrazos en las rodillas y por fin la miró de nuevo a los ojos.

— Quizá fuera mejor que esperáramos a que volvieran tus padres.

— No digas tonterías, no soy una cría y tengo derecho a saber qué es lo que ha ocurrido. — replicó ella al instante. Lo que fuera que estuviera pasando, quería saberlo ya.

— Tu hermano ha desaparecido.

Respiró hondo por un momento. Al menos no eran las palabras que había temido escuchar. Esas palabras que todo hijo, hermano o similar de policía temía escuchar. Aunque estas que había pronunciado Yoochun no eran mucho mejores.

— ¿Desaparecido? ¿Qué quieres decir?. Me mandó un mensaje para decirme que estaba ocupado, pero que nos veríamos esta noche.

— Hemos perdido todo contacto con él. — comenzó a explicar Yoochun. — Se cortó la comunicación y cuándo fuimos ya no había ni rastro de Yunho. No sabemos qué es lo que pudo pasar.

Entonces una luz apareció en la mente de YunHee y se incorporó, lo mismo hizo el chico. El ceño fruncido apareció rápidamente en el rostro de la chica y se acercó hasta donde se encontraba él.

— ¿Y dónde cojones estabas tú que no estabas con él?. — preguntó con rapidez, casi con rabia. — ¡Se supone que sois compañeros!.

— Estaba ocupado en otros asuntos.

— ¿En otros asuntos? ¿En qué otros asuntos?.

— Asuntos personales. No es algo que sea de tu incumbencia. — recalcó él.

YunHee no creía que eso fuera real. Tenía que tratarse de algún tipo de broma. Se pasó la mano por el rostro en uno de esos gestos tan suyos que hacía cuando necesitaba aclararse las ideas. No podía estar ocurriendo eso. No cuando acababa de llegar. No cuando todo estaba yendo bien. Respiró hondo, pero notó como si el aire no llegara apropiadamente a sus pulmones.

— Tengo que salir de aquí… — consiguió susurrar.

Lo hizo antes de separarse de Yoochun y dirigirse hacia la puerta. Se estaba haciendo demasiado pequeño el lugar, como si las paredes hubieran comenzado a acercarse entre sí. Apenas se detuvo para calzarse antes de salir a la calle. La lluvia seguía cayendo, pero Yunhee ni siquiera se dio cuenta. En su interior había una especie de tormenta. Esperaba que todo terminara, que solo fuera algo puntual. Deseaba que su hermano apareciera en cualquier momento por el camino de entrada a la casa.

— Maldita sea. — susurró mientras se apartaba el cabello oscuro del rostro.

Notó entonces la mano que la sujetaba por el hombro y la giraba, quedándose cara a cara delante de Yoochun.

— No puedes irte estando así.

— Tiene que haber sido una equivocación, aparecerá en cualquier momento. Seguro que lo hará.

— Déjame ver el mensaje que te envió o hazme una captura de pantalla. Servirá para la investigación cuando…

— Déjame sola Yoochun, ahora no puedo pensar. — respondió ella. — Yo… te enviaré el mensaje. Díselo a mis padres también.

— ¿A dónde se supone que vas?. No puedes ir así a ninguna parte.

— Puedo hacer lo que me de la gana.

No era el momento, ni el lugar para discutir aquello, pero la mirada lo dijo todo: “Puedo ir a donde me de la gana, tu y yo no somos nada ya”. Se soltó entonces de él para dirigirse hacia la calle. En otra ocasión hubiera llamado automáticamente a Ji Ae. Estuvo a punto de hacerlo, las viejas costumbres eran muy difíciles de romper a pesar de los años y volver a Corea, a esa casa, era como volver atrás en el tiempo.

Jugó por un momento con el móvil en la mano, mientras caminaba sin preocuparse en si se mojaba o no. Los pasos comenzaron a llevarla en una dirección que ni ella misma conocía, simplemente andando, como si algo tirara de ella.

Y cuando menos lo esperaba, se encontró delante de ese bar en el que había pasado tantos tiempos buenos. Un bar que todavía permanecía cerrado.

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