domingo, 28 de diciembre de 2014

Vientos nuevos, viejos compañeros

Todos los inicios tienen su final. Un final que es necesario cuando la historia llega a ese punto en el que no se puede seguir. Hoy nos gustaría dar las gracias a Adara por estar ahí, en cada paso que hemos dado en esta historia y por eso, por ella…


… por ella os presentamos un nuevo inicio, pero con viejos conocidos. Espero que esta nueva etapa os guste tanto como la pasada y que disfrutéis de sus historias.

¡Gracias por leernos! Y feliz día de los Santos Inocentes. ¡No podíamos dejar la historia así cuando hay tanto que contar!.



Ji Ae observaba la lluvia golpeando los cristales mientras conducía. La cortina de agua era tan espesa que apenas se podía apreciar nada al otro lado. Podía ver los faros de los coches frente a ella, las luces de los semáforos y alguna otra silueta de los paraguas que utilizaba la gente en la acera, pero nada más. Era como si algo le dijera que todo saldría mal... aunque era algo que se esperaba desde que su manager confirmó aquella cita.


Para empezar le había dicho hace tiempo que no quería trabajar en nada relacionado con la música, pero al parecer la empresa de The Stupid se había empeñado en que fuera ella quien realizara las fotos del aniversario, pues también fue quien hizo las primeras conocidas del grupo hacía ya nueve años. ¿Y que le importaba a todos esos jefazos el pasado? Ella solo era una fotógrafa y ellos el grupo de moda desde hacía ya mucho. Claro que Ji Ae había seguido su carrera atentamente: sabía cuántas veces habían sido número uno y todos los premios que tenían, pero no había vuelto a escuchar una canción de los chicos desde aquel día, y desde luego, no les había vuelto a ver.


Y es que su vida en aquellos nueve años había cambiado enormemente. Conservaba alguno de sus antiguos amigos, pero de la gran mayoría se había separado al tomar caminos diferentes. De entre ellos, dos le dolían especialmente: su mejor amiga y el único hombre que había querido en su vida.


Era raro el día que no se repetía las mismas frases: Las cosas ocurren y debes salir adelante. La vida es asi, pero hay que afrontarla. No sirve de nada mirar atrás. Pero lo cierto era que se sentía sola gran parte del tiempo, y que apenas quedaba nada de aquella niña de 17 años que, aunque insegura, estaba rodeada de amigos.


Entre todos estos pensamientos llegó al edificio de la SBS en Yeongdeungpo-gu. No era la primera vez que estaba allí, pero con diferencia era la que estaba más nerviosa. Apagó el motor del hyundai y sintió entonces como le temblaban las piernas. Enfrentarse a viejos fantasmas no era fácil en absoluto. Tomó aire, contó hasta tres y se giró a buscar la maleta donde llevaba las cámaras y el paraguas... que no estaba. Eso era algo que no había cambiado, los pequeños desastres seguían ocurriendo en su vida. Se inclinó sobre la guantera y limpio la luna del coche para intentar ver el cielo, que estaba completamente gris. No, no dejaría de llover en poco tiempo.


-Si hay algún gumiho llorando en algún lado, casi que podía dejarlo- susurró para sí misma.


¿Y qué demonios importaba si llegaba desastrada a su cita? No es que Yonghwa fuera a pensar aun peor de ella después de lo que le había hecho. ¿Y por qué demonios se preocupaba por lo que pensara él después de nueve años?


Guardó el teléfono en el bolso, sacó las llaves,cogió la mochila de trabajo y salió fuera. No tardó ni dos segundos en notar como se le empapaba hasta el sujetador. Para cuando entró en el edificio estaba goteando y temblando a causa del frío, y eso a pesar de que llevaba bastantes capas de ropa.


-¿Señorita Park? -escuchó decir frente a ella.


-Si... soy yo -contestó antes de localizar a una chica joven y bajita, con cara de buena gente, que había justo delante de ella y hacerla una reverencia a modo de saludo- Siento el retraso, es que...llueve.


-Ya lo veo... -contestó la chica sonriendo con amabilidad y mirándola de arriba abajo- En realidad no llega tarde... la emisión de Inkigayo se ha retrasado...así que puede esperar a los chicos en el camerino y secarse un poco de mientras.


-Ah...-a eso simplemente no supo qué contestar. No podía decir que no porque el entrar en el camerino de un artista era un privilegio,pero es que... no quería molestarlos - Bueno... Si a ellos les parecerá bien.


-Claro que si, son buenos chicos, ya verá cuando los conozca.


Ji Ae sonrió de nuevo, pero esta vez de forma un tanto forzada. Podía asegurar que conocía más a fondo a los chicos de lo que ella se imaginaba, incluso recordaba donde tenía Yonghwa todos los lunares. Los lunares... de pronto ya no sentía tanto frío.


-Estoy segura de ello.


Y sin más la siguió por los pasillos que había visto tantas veces en televisión. Cerca de los camerinos se podía escuchar la música llegando desde la sala de actuaciones e incluso los grupos de las fans. Ellas matarían por estar allí y Ji Ae quería salir corriendo. Eso le recordó ponerse las gafas de sol para que nadie la reconociera...por si acaso y porque sabía como funcionaba todo aquel mundillo.


-Es aquí, pasa- le indicó la chica.


El entrar en la habitación fue un shock, casi como un regreso al pasado. Recordaba aquella noche en Busan cuando los chicos habían ganado su primer premio,y todo era tan...parecido y diferente a la vez. Pero no era aquello lo que le había hecho entrar en tensión, sino el olor de Yonghwa que estaba impregnado allí y que podía distinguir perfectamente entre el resto de los miembros.


-Dame un momento, debo ir a ver a los chicos. Puedes ver la actuación por allí- dijo la mujer señalándole una enorme tele de plasma en un lateral de la habitación.


Cuando se cerró la puerta, Ji Ae se giró ligeramente hacia la televisión. Ahora la respiración se atenazaba en su garganta y el corazón parecía querer atravesar su pecho. Justo en ese momento el grupo salió al escenario y a ella se le derrumbó todo su mundo.


Nueve años antes....


-No puedes estar hablando en serio.


Yonghwa y Ji Ae estaban en pie en uno de los pasillos de su instituto. A esas horas ya no había nadie, todos se habían marchado a sus casas, y ellos dos... bueno, ella pensaba que era el mejor sitio para hablar eso.


-Estoy hablando muy en serio. Te lo he dicho... no quiero hacerte perder el tiempo porque no te lo mereces. Tenemos que dejarlo aquí, ahora.


Las palabras de Ji Ae eran las más duras que el había escuchado nunca. Aun cuando solo eran amigos ella nunca le había tratado así. Pero era algo imposible de imaginar cuando unos días antes eran felices y caminaban cogidos de la mano por las calles de Seúl. Apenas unos meses antes habían ido a la excursión del instituto, a la nieve... y allí él había sido más feliz que nunca en la vida... pensaba que los dos, pero viendo aquello...quizás no fuera así.


-¿Que he pasado para que todo cambie de un momento a otro? Ji Ae...-Yonghwa la tomó de los hombros delicadamente intentando que alzara la mirada hacia el.


La chica no dijo nada. Durante unos segundos todo lo que hizo fue mirar el suelo en silencio, y para cuando fijó sus ojos oscuros en él, su expresión había cambiado totalmente... aunque aquella era difícil de descifrar.


-No ha pasado nada. Me he cansado... estoy aburrida de hacer siempre lo mismo. Quiero retos nuevos, y tengo solo 17 años... ¿Creías que estaríamos juntos para siempre?¿De verdad?.


-¿Ya no me quieres? -preguntó el chico de pronto cortando las palabras de ella.


-No. Ya no te quiero.


Aquello le destrozó por dentro.  Ji Ae pudo verlo perfectamente... como de pronto desaparecía el brillo de sus ojos para cubrirse de oscuridad, y luego otro brillo muy diferente que era fruto únicamente del dolor. La soltó y sin decir nada caminó hacia la entrada principal del instituto para salir de allí.


Viéndole en la televisión aquel día parecía más cercano de lo que realmente era. Los detalles que había olvidado volvían a ella de golpe, y ahora le extrañaba más que nunca. Y es que aunque en el fondo no había cambiado, también era cierto que estaba más guapo que nunca. Sus rasgos se habían vuelto más maduros y había ganado mucha más seguridad en el escenario. Todos ellos... tenían ese aura que solo podían tener los idols.


Y entonces se preguntó...¿Se acordaría de ella? Desde que se conocieron habían pasado mucho tiempo juntos, sí, pero ya hacía nueve años que no se veían, y a veces la mente olvidaba las cosas que la dañaban. Quizás debiera haber preguntado a alguien por él, pero las pocas veces que había hablado con Jonghyun o Hongki simplemente había preferido no hacerlo, primero porque no quería meter a los chicos en un lío, y después porque pensaba que era la forma más rápida de olvidarle.


No lo era.


Volvió a mirar la televisión y sólo entonces se dio cuenta de la letra de la canción:¿El amor se puede olvidar como si fuera las estaciones del año? Los pétalos de rosa están cayendo, lastimando mi corazón herido.¿La persona que me dejó se está sintiendo mejor ahora por dejar atrás sus preocupaciones?.Entonces, eso es un alivio. Al menos tú estás en paz.


Ese fue el golpe que hizo que las lágrimas comenzaran a desbordarse de su rostro mezclándose con las gotas de una lluvia que aún no había podido secar. Las pierna le flaquearon nuevamente y dejó reposar su cuerpo sobre sus manos, y estas a su vez en el tocador de la sala. Aquello era demasiado para ella... había ocultado tanto tiempo sus sentimientos que ahora salían al exterior a borbotones, y en el peor momento posible. Cuando Ji Ae alzó la mirad hacia el espejo vio cómo todas esas emociones se mostraban en sus rasgos, en el maquillaje negro de los ojos que ahora se deslizaba por sus mejillas. Se limpió como pudo. No quería que la viera así,no sería justo para el.


Justo entonces se abrió la puerta de la habitación.


Ji Ae se dió la vuelta bruscamente para encontrarse cara a cara con Yonghwa, que fue el primero en entrar en la habitación. Ambos se miraron durante un tiempo en el que ella volvió a formular en su cabeza la pregunta de antes. ¿Se acordaría de ella? Había cambiado mucho más que el con el tiempo, sobre todo en los años que había vivido en Italia. Pero antes de que pudiera formular la pregunta, fue Hongki quien habló asomando la cabeza por encima del hombro del chico.


-¡Ji Ae! ¡Que sorpresa!- exclamó quitando de en medio a Yonghwa para correr a abrazarla.


La chica agradeció aquella muestra de afecto, porque de verdad la necesitaba. Hongki era así... con un corazón puro, cariñoso en extremo e impulsivo sin medir las consecuencias. Jonghyun y Jungshin simplemente se miraron sin decir nada, aunque ambos sonreían, y Yonghwa... atravesó la habitación hasta el otro extremo sin decir nada y se encendió un cigarro.


-Vaya... ¿Os conocéis? -dijo la chica que había guiado a Ji Ae hasta allí y que había vuelto a aparecer con el resto del grupo- no me habías dicho nada, ni los jefes...pero mejor así.


-Ya... Lo siento entonces, es mi manager quien lleva estos temas, te hubiera informado antes si no hubiera pensado que ya lo había hecho el.


No podía sentirse peor. Estaba claro que ellos no sabían que estaría allí aquel día, y que por otra parte a Yonghwa le molestaba bastante, aunque al menos Jonghyun y Jongshin se acercaron a darle un par de besos también y saludarla, de manera quizás más fría, pero en la que no había ni rastro de enfado.


-Ya que os conoceis será mejor que dejes que se cambien para la sesión y mientras te enseño donde será- dijo la mujer terminada las conversaciones.


Ji Ae asintió delicadamente mientras Yonghwa seguía fumando, y de mientras, revisando el teléfono. No le había dicho nada y desde que la había visto al entrar, no había vuelto a mirarla. Ahora ella se sentía llevada de lado a lado como si fuera un juguete, pero en ese mismo momento lo necesitaba... salir de allí, donde casi no podía respirar.


-Claro..-contestó con una última sonrisa- ahora nos vemos.


Y salió de allí como un ratón al que le habían quemado la cola. Justo al cerrarse la puerta tras ella dejó escapar un largo suspiro, y rápidamente volvió a colocarse las gafas. Joder, es que su querido manager le había metido directamente en la boca del lobo.


La chica terminó llevándola a una sala de fotografía que era bastante sencilla. El suelo de madera, la pared blanca y los adornos un tanto vintage no daban demasiado en lo que pensar. Pero era elegante y cálida, y eso le facilitaba mucho el trabajo a ella.


-Te dejo aquí, si necesitas algo solo debes pedírselo al staff- dijo la chica que al parecer no paraba quieta en el mismo sitio un solo segundo.


-Muchas gracias- contestó ella afable mientras dejaba la mochila en una mesa y comenzaba a sacar las cosas. Aún le temblaban las manos.


Se recogió el cabello empapado con una goma y una vez más se revisó el maquillaje. Parecía salida de una película de terror, pero aparte de eso, todo parecía perfecto. Sacó las tres cámaras diferentes que tenía, comparó los filtros según la luz del lugar, y colocó también los zooms necesarios. En realidad con las cámaras de hoy en día todo era más fácil, pero también por eso los fotógrafos debían ser más notables para sobresalir. Por suerte o desgracia para mi, los primeros años desde que cumpli los 18 y había salido de Corea para estudiar en Italia...los había pasado prácticamente enteros estudiando. No había tenido pareja porque siquiera quería pensar en ello, y tampoco había hecho muchos amigos. El resultado, con las influencias occidentales por medio y la raíz oriental, había dado en una fotógrafa excelente que además tenía amplios conocimientos en retoques con el ordenador.


Sonó el teléfono tensándola durante unos instantes, aunque sonrió al ver que era Jaejoong.


-Hola cariño...¿Cómo estás?. Bien... bueno...ya te contaré cuando llegue a casa.... No,no se cuanto vamos a tardar aqui.  Si salgo tarde puedo comprar la cena antes de llegar....¿Pollo y cerveza? Vale... No, no te preocupes...lo imaginaba... te pasas el día bebiendo. Vale. Luego hablamos. Te quiero.


Y colgó. Jaejoong siempre conseguía relajarla notablemente. Claro que en ese momento más que conseguir aquello había creado el caos. Dos segundos después de que la pantalla del teléfono se apagara...


-Así que terminaste con el.


Era Yonghwa quien había hablado justo detrás de ella. Hubiera reconocido esa voz  en cualquier lugar, y aún era capaz de recordar lo que se sentía en su presencia. Se giró lentamente hacia él y le miró.


-¿Ese es el modo en que vas a saludarme después de nueve años?- preguntó la chica.


Quizás hubiera sido mejor que respondiera a la pregunta, pero estaba cabreada. No con Yonghwa claro, sino con la situación.


-Entonces esa es la respuesta que he esperado hace años. Me dejaste por el.




"The Stupid" sonaba en los cascos que llevaba puestos mientras miraba por la ventana del avión y observaba cómo el suelo comenzaba a acercarse. Habían dado el aviso de que se pusieran los cinturones que iban a aterrizar hacía apenas unos pocos instantes y ya se encontraba nerviosa. Hacía ya mucho tiempo que se había ido de Corea. No había vuelto allí salvo un par de veces, y solo durante unos días, cuando estaba estudiando. Su  hermano la había visitado más a menudo, sobre todo desde que salió del servicio militar y se puso a trabajar.
Yunho. Sonrió al pensar en él. Le echaba terriblemente de menos. YunHee se movió ligeramente inquieta. Debería ir a buscarla y llevarla a casa. Por la tarde tenía el primer encuentro en persona con la editorial que iba a publicar su última novela en Corea, la misma que se había convertido en un bestseller en Estados Unidos. No solo eso, también comenzarían las promociones de la anterior con firmas en distintos lugares. Con suerte todo iría bien.
Y pensar que todo había comenzado cuando escribía en internet… Sonrió al recordar cómo había conseguido hacerse un eco por internet, la sorpresa y la ilusión cuando la contactaron, los nervios por si no tenía aceptación esa primera novela publicada. Había sido un momento tremendamente dulce, con solo un momento amargo: Ji Ae. Ni siquiera se había acercado a preguntarla y así le había demostrado que no le interesaba en absoluto.
Apartó esos pensamientos como quien aparta un insecto molesto. No quería pensar en ella. Lo que había hecho… Negó por un momento mientras que se incorporaba y tomaba su bolso de mano. En un gesto casi automático se puso las gafas de sol mientras se dirigía hacia la salida del avión. No era un ídol, ni mucho menos, pero sí era cierto que había ocasiones en que la reconocían. Había vivido tanto en San Francisco y después en Los Ángeles que ya tenía ciertas costumbres adquiridas que ni siquiera se daba cuenta de ellas.
Se quitó los cascos mientras recorría el camino para recoger su equipaje. Lo bueno que tenía es que se evitaba todos los papeleos de entrada en Corea y lo agradecía. En esos momentos tenía una especie de Jet Lag que ni siquiera el haber dormido en el avión había solucionado. Definitivamente necesitaba una ducha, una buena comida y café, mucho café. Si era café con uno de los dulces de la pastelería de su madre simplemente sería perfecto.
Yunho01men.PNGEl aeropuerto internacional de Incheon siempre estaba lleno de gente que iba y venía, así que a YunHee no le extrañó al salir por la puerta de embarque que no pudiera encontrar a su hermano en un primer vistazo. Arrugó la nariz por un instante mientras se movía hacia un lateral para poder mirar el teléfono móvil. Al ver el mensaje de texto no pudo evitar soltar un pequeño bufido:
Así que le había dejado colgada.


YunHee negó por un momento para sí mientras guardaba el móvil en el bolsillo de la cazadora y se dirigía hacia la salida cargando con la maleta. Entendía perfectamente que su hermano estuviera ocupado. Se había convertido en detective, un buen detective, de homicidios. Seguramente estaría trabajando en algún caso. Se había mantenido en contacto con él por correo electrónico, videoconferencia y llamadas telefónicas. Sabía perfectamente cómo se encontraba y que en esos momentos estaba en un caso complicado del que no le había querido hablar.
Seguramente para que no metiera la nariz donde no la llamaban, porque además de escribir, YunHee había hecho su carrera como periodista de investigación. Eso era lo que en realidad le daba un sueldo mensual. Todo el mundo sabía que la escritura no era algo con lo que poder vivir… desgraciadamente. Negó para sí mientras recorría el aeropuerto que tan bien conocía en dirección a una de las puertas de salida.
La morena había cambiado bastante. Siempre había tenido seguridad al andar, pero ahora se notaba todavía más. Ya no era una niña, sino toda una mujer, y los años que había pasado en Estados Unidos se notaban. Vestida con unos vaqueros, un jersey de cuello vuelto y una gabardina, curiosamente seguía vistiendo esas botas militares que había usado en el instituto. O al menos unas que eran muy parecidas. Lo mismo que llevaba el cabello recogido en una coleta como solía hacer cuando estaba estudiando.
Lo que no llevaba era un paraguas y cuando vio la que estaba cayendo fuera se replanteó la idea de mandar un mensaje a su hermano para pedirle que por favor cuando terminara de hacer lo que estuviera haciendo que fuera a por ella. Estaba convencida de que incluso acercándose hasta los taxis terminaría completamente empapada y no le apetecía para nada. Miró por un momento el cielo plomizo, arrugando los labios en un gesto pensativo.
—Por mucho que le mires de esa manera, no va a aclararse de pronto.
La voz masculina hizo que se sobresaltara durante un segundo. Era una voz que conocía perfectamente. Una voz que durante años había estado presente en su cabeza y que le había hecho recordar mil momentos diferentes. Una voz que no esperaba escuchar en ese instante. Se giró entonces y allí estaba él. Seguía como siempre y no pudo por menos que esbozar una rápida sonrisa.
—Pero… ¿qué demonios haces aquí?.
El hombre se acercó los pasos que los separaban sin apartar la mirada de ella. Vestía de forma impecable, con un traje hecho a medida, con un abrigo negro puesto y un maletín en la mano. Era todo un hombre de negocios. Un hombre de negocios con una mirada que no podría olvidar en la vida y que en esos momentos la traspasaba.
—Acabo de llegar de Japón y te ví atravesar el aeropuerto como si te estuvieran persiguiendo… mil vampiros. —sonrió entonces de medio lado. —Como si no tuvieras suficiente con uno…
Sin darla ni un segundo para reaccionar cruzó la distancia que los separaba y la tomó por la cintura. Esa media sonrisa que tan bien conocía hizo que se estremeciera por un momento y la mirada oscura, en la suya, provocó que recordara de repente aquel otro momento en el colegio.
—Te he dicho que odio cuando llevas el pelo recogido.
YunHee notó cómo el cabello caía como una cascada por su espalda. Iba a decir algo, pero no pudo. Los labios del hombre se unieron a los suyos callandola y haciendo que cerrara los ojos. Era un sabor conocido, muy conocido, tremendamente conocido. La mujer simplemente dejó que el tiempo se parara.


Flashback


El rayo de sol la golpeó en los ojos provocando un gemido de desgana y un movimiento en la cama para girarse en ella evitando de esa manera la luz matutina. Sin embargo, cuando se movió, se encontró con que no estaba sola en la cama. Sobresaltada abrió los ojos y se encontró con el rostro de Jung Min a unos pocos centímetros, sonriendo divertido.
—Como vuelvas a hacer eso… no creo que pueda quedarme quieto.
—Idiota.—refunfuñó entre dientes.
Otra chica en su situación seguramente se hubiera asegurado que tenía el pelo bien colocado y se habría alarmado sabiendo que seguramente no tendría buena cara recién levantada, pero en el caso de YunHee simplemente se quedó allí, acostada, intentando reprimir un bostezo que estaba a punto de llegar de nuevo. La risa de Jung Min hizo que chasqueara la lengua.
—Ya que estás tan despierto, podrías ir a traerme una taza de café bien cargado. —comentó, para después fruncir ligeramente los labios. —¿Qué hora es?.
—Casi la hora de comer. —el chico se movió entonces, para salir de la cama tal y como había venido al mundo, para después simplemente ponerse un pantalón dirigiéndose hacia la cocina.
Si le hubieran dicho en Corea que habría terminado de esa manera con Jung Min, miembro del Dream Team, y un auténtico pesado, no se lo hubiera creído. Y sin embargo… allí estaba, en su apartamento de Los Ángeles compartiendo la cama con él. No tenían una relación seria. Ninguno de los dos quería eso. Cada uno tenía sus historias por su lado y solo cuando ambos coincidían en los Estados Unidos se veían. Por regla general eran encuentros de dos o tres días en los que disfrutaban como nunca, pero que se quedaban después en eso: puro disfrute.
Todo había comenzado aproximadamente a los tres años de estar en Estados Unidos, cuando ella todavía era estudiante. Se habían encontrado de casualidad en la fiesta que organizaba un amigo en común. La sorpresa había hecho que durante unos segundo se olvidaran de todas las barreras, de todos los inconvenientes, de que el Dream Team en cierta manera hubiera sido el culpable de que todo se fuera a la mierda años atrás.
—Aquí tienes.
YunHee agradeció el café que le traía y se incorporó en la cama, poniéndose una camisa negra que era demasiado grande para ser suya. Sonrió de medio lado cuando vio el rostro de Jung Min que indicaba lo poco que le gustaba cuando hacía cosas como esa.
—Tranquilo, no voy a echarte el café por encima.
—Más te vale, porque no tengo otra y me voy esta tarde.
No hubo ningún tipo de gesto de desilusión en el rostro de la mujer. Dio un sorbo al café y asintió. Jung Min había descubierto el punto exacto en el que le gustaba el café: ni muy caliente ni muy frío, ni muy dulce ni muy amargo. Le miró a los ojos por un momento mientras daba otro sorbo de la taza. No estaba enamorada de él y él desde luego no estaba enamorado de ella. Eran algo así como dos amigos que tenían derechos, unos derechos que no eran exclusivos.
—Ji Ae ha vuelto a Seúl.
YunHee no dijo nada mientras jugaba con la taza en las manos. Ambos sabían que era un tema muy delicado aquel. Un tema que hacía que la mujer se sintiera repentinamente de mal humor o con nostalgia. O quizá con melancolía. Porque a pesar de todo, a pesar de que supuestamente ya no fueran amigas, a pesar de la distancia, YunHee seguía preocupándose por ella.
—Va a vivir con Jae.
Eso hizo que le entregara la taza y que sin mirarle ni contestar se dirigiera hacia el baño. Jung Min la siguió con la mirada y negó por un momento para sí. Dio un sorbo del café haciendo después de un momento una mueca: demasiado dulce para su gusto. No sabía exactamente qué era lo que había pasado. No se lo había preguntado ni a ella ni a Jae que era sin duda el que más sabía sobre la situación de Ji Ae. Solo había adivinado cosas aquí y allá. A todos les había sorprendido que las cosas terminaran así. Es más, a todos les había sorprendido que YunHee se fuera a estudiar a Estados Unidos y que Ji Ae lo hiciera en Italia.
La misma sorpresa que se había dado él cuando la había visto en aquella fiesta hacía unos años. Y la misma sorpresa que se había llevado cuando se había enterado de que no estaba ya con Yoochun. La distancia. Esa había sido la excusa que le había dado. La distancia que siempre puede llegar a romper una relación, sobre todo cuando ambos se encontraban en distintos continentes. Y sin embargo el hombre sabía que había ocurrido algo más. Lo sabía porque la YunHee que se había presentado delante de él o la que se encontraba en el baño en ese instante, no era para nada como la YunHee del instituto.
La YunHee del instituto le habría roto los dientes si se hubiera insinuado. La YunHee del instituto no estaría medio desnuda en la misma habitación que él. En cierta manera el cambio le gustaba, le ataría. Había una oscuridad que no había existido en el instituto que le hacía todavía más atrayente. Tan atrayente que cuando escuchó el sonido de la ducha no pudo evitar esbozar una media sonrisa y dejar la taza a un lado.  Ni tampoco cruzar la distancia hacia el baño quitándose el pantalón en la puerta, ni adentrarse en el cuadro de la ducha donde YunHee se sobresaltó, dándole un puñetazo, antes de que pudiera aplacarla arrinconándola contra la pared besándola en los labios.
Fin de flashback.
.
Jung Min se apropió de los labios de YunHee durante más tiempo del necesario y la mujer se dejó hacer. Estaba todavía con la mentalidad de Estados Unidos sin darse cuenta de que en Corea era diferente. Y la verdad es que hacía tiempo que le importaba bastante poco lo que la gente pudiera pensar, más si eran desconocidos. Cuando el hombre se apartó, dejando tras él un rastro de sabor a café y tabaco, los ojos de YunHee se abrieron para mirarle.
—Déjame llevarte a casa.
—No hace falta, seguro que tienes que hacer muchas cosas. —le miró y sonrió de medio lado. —O al menos darte una ducha. ¿Has estado toda la noche de fiesta?.
—Te equivocas, listilla, he estado toda la noche trabajando. —sin más tomó entonces la maleta de ella y se acercó a la puerta. —Así que cállate y sígueme.
—Puff, cómo me pones cuando te pones autoritario. —bromeó ella mientras se movía hacia delante para coger la maleta y mirarle. —Te lo permito hoy porque está lloviendo y no me apetece nada calarme hasta los huesos.
—¿Sólo por eso?.
—Por supuesto, ¿por qué más va a ser?.
El hombre sonrió de nuevo, divertido, mientras salían del aeropuerto. Afuera uno de sus hombres se acercó para cubrirles con un paraguas y otro se encargó rápidamente de la maleta de YunHee. Era uno de los privilegios de trabajar en lo que trabajaba, de ser un chabeol, tal y como eran conocidos a los hombres de las grandes empresas de Corea. Otro hombre se encargó de abrir la puerta pero Jung Min no dejó que YunHee subiera todavía, sino que se inclinó sobre ella.
—¿Sabes que se puede separar la parte de atrás de los asientos de delante para tener privacidad?.
Era una invitación y una provocación, lo sabía, y YunHee no pudo evitar sonreír divertida. Se movió entonces ella para ponerse en puntillas y susurró a su oído a su vez.
—Y yo te recuerdo que… me llevas a casa donde mi hermano y mi padre tienen armas. —arqueó las cejas por un momento y le miró después a los ojos.
—Eres cruel…—se movió entonces hacia un lado para dejarla entrar en el coche y después hizo él lo mismo. Una vez dentro se movió para susurrarla. —¿Qué te parece robar unas esposas para la próxima vez?.
YunHee no pudo evitar estallar en carcajadas al mismo tiempo que el coche se ponía en funcionamiento alejándola del aeropuerto y llevándola de vuelta a Seúl.
Todo volvía a empezar de nuevo.




Y para que Adara nos perdono por la jugarreta que le hemos hecho hoy, aquí le dejamos un pequeño regalito. Haz click en la imágen para verlo. ¡Esperamos que te guste!



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